2020-07-06

ENTREVISTA | “El segundo sexo: cuando Simone de Beauvoir fundó el feminismo”

La periodista y escritora Montserrat Martorell, académica de nuestro departamento, analizó los principales planteamientos del libro de la filósofa francesa en Culto de La Tercera.

La escritora y académica de la U. Alberto Hurtado, Montserrat Martorell también considera El segundo sexo como un punto de partida: “Totalmente. Es un libro que fue escrito hace más de 60 años y sin embargo continúa vigente. Simone de Beauvoir fue una de las intelectuales más importantes del siglo XX y reflexiona y mastica y contesta las preguntas que nos hacemos hoy. En su atemporalidad está también su fuerza. Repasa con un ojo agudo y una lucidez impecable los significados, las oportunidades que nos son negadas”.

“Hay rabia en este libro, pero también esperanza. Qué importante son ambas. Qué importante es registrar la historia de nuestro dolor –agrega Martorell–. Qué importante registrar nuestras grietas, nuestras heridas. No puedo no vincular El segundo sexo con Un cuarto propio de Virginia Woolf. La pregunta es siempre la misma: ¿Dónde estábamos las mujeres? ¿Qué hemos perdido? ¿Quiénes somos? Esas interrogantes son también implacables y recorren ambos libros. De Beauvoir no se acaba (y no se va a acabar nunca) porque la lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres sigue siendo una necesidad en todas las sociedades, en todos los universos, en todas las dimensiones”.

Al leer El segundo sexo, es imposible no pensar –sobre todo como hombre– si acaso los problemas que Simone de Beauvoir detecta para las mujeres aún persisten o si se ha alcanzado cierta mejoría.

Por su parte, Montserrat Martorell afirma que los problemas que detecta Simone de Beauvoir aún persisten. “Por eso es un tratado feminista que nos acompaña en el 2020 (y en el 2040 y en el 2060). No hay que olvidarse que este libro fue considerado inapropiado, incluso pornográfico. François Mauriac, escritor francés, Premio Nobel de Literatura, dijo que ahora ‘sabíamos todo sobre la vagina de Simone de Beauvoir’. Imagínate. La importancia radicaba en el cuestionamiento de lo que significaba ser mujer: el concepto de la feminidad, el instinto maternal, nuestra emancipación. De Beauvoir era revolucionaria. Negaba nuestro destino biológico femenino”.

“¿Qué pienso hoy? Que estamos caminando y que hoy más que nunca y de manera transversal, hombres y mujeres son más conscientes de la importancia de la deconstrucción, de que ser feminista es también ser un demócrata –afirma Martorell–. Cito: ‘Solo después de que las mujeres empiezan a sentirse en esta tierra como en su casa, se ve aparecer una Rosa Luxemburgo, una madame Curie. Ellas demuestran deslumbrantemente que no es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia’. Rescato su profundidad, su pensamiento crítico”.

La autora de La última ceniza (Oxímoron, 2016) agrega: “Su legado es literario, es filosófico, es político. Su escritura es una lucha. Leerla es recordar nuestras luchas. Cuestiona el amor romántico, la idea del eterno femenino, los mandatos y las exclusiones, reflexiona sobre la educación, el control de la natalidad y el aborto legal en épocas oscuras para las mujeres. Complejiza las estructuras de manera brillante”.

Martorell coincide con la idea de la célebre frase del libro. “Así es. Necesitamos desprendernos de los constructos culturales para saber quiénes somos. Ahí tenemos que preguntarnos (y de Beauvoir nos ayuda): ¿Qué significa ser mujer? ¿De qué manera esto nos corroe? ¿Nos resume? ¿Nos forma? Esa concepción cambia con el tiempo, con los años. El feminismo nos hace otras mujeres. A los hombres los hace otros hombres. Nos vuelve más humanos, más sensibles, más iguales, más libres. Simone de Beauvoir fue profundamente original. Su escritura, su pensamiento, su dialéctica es revolucionaria. Y lo seguirá siendo. Ella creía en un solo género: el humano. Ese es el futuro. Una sociedad basada en la fraternidad. El resto importa poco”.

“Siempre. Y no solamente a Simone de Beauvoir –indica Montserrat Martorell–, sino también a Marta Brunet, a María Luisa Bombal, a Alejandra Pizarnik, a Sylvia Plath, a Gabriela Mistral, a Alfonsina Storni, a Emily Dickinson. El canon literario ha sido masculino. Las dimensiones de nuestro mundo han sido escritas por hombres. Desde marzo hago un taller de literatura donde solo leemos a mujeres y me llama la atención que, en todo este tiempo, de las decenas y decenas estudiantes que he tenido, solo ha ingresado un hombre. ¿Qué sucede ahí? Me da miedo la respuesta”.

En el taller de literatura de mujeres que realiza, Martorell cuenta que Simone de Beauvoir es una de las autoras que más interés genera en sus estudiantes. “A mis alumnas les genera fascinación total su obra. Es una escritura de la tensión, de la memoria, del dolor, de la herida. Creo que es muy importante, para conocerla, meterse en El segundo sexoLa mujer rota o Memorias de una joven formal. Qué decir de Los mandarines o La ceremonia de los adioses. Ahí está todo. Ahí está siempre. Y nosotros dialogamos con ella, con una mujer que nace a principios del siglo XX y que sin embargo podría ser nuestra contemporánea”.

PUBLICACIÓN ORIGINAL CULTO LT